dimarts, 8 de gener del 2019

¿Son los catalanes realmente unos hijos de su madre?

Los catalanes son unos antidemocráticos burgueses chantajistas y desleales, envenenadores fanáticos y garrulos, hispanófobos integristas, judíos, ku-klux-klans y ladrones manipuladores, nazionalistas ñoños, obcecados patéticos, quiméricos, racistas y supremacistas, usurpadores, terroristas y violentos, whiskyadictos, xenófobos y yihadistas zombis. ¡Aaah! ¡Qué a gusto nos hemos quedado! ¿No?

Pues va a ser que no. Si a alguien le pone repasar el abecedario para insultar a los catalanes, es que tiene un problema. Uno de muy gordo relacionado con los prejuicios y la pereza intelectual como mínimo. Porque los catalanes serán muy suyos, que decía aquel, pero no se merecen en absoluto tanta inquina y, si nos lo permiten, tanto odio.

Pero antes que dejen de leer, permítannos centrarnos solo en el pack de los tres epítetos más usados y que desgraciadamente muchos se creen a pie juntillas: antidemocráticos, racistas y violentos.

¡Pero es que el proceso catalán es justamente lo contrario! Los catalanes son profundamente democráticos, antirracistas y pacíficos. Lo son por tradición y por convicción, pero también por pura necesidad. Y es que el nacionalismo catalán solo tiene el arma del voto y el pacifismo. Los catalanes no tienen ni tanques ni artillería, y sufren aversión a la posibilidad que un grupo terrorista reclamara la independencia de Cataluña a golpe de atentado.

Sobre el racismo, el tema ya es de pura risa. A 2018 un tercio de la población catalana no ha nacido en Cataluña, y ese porcentaje escala hasta casi un 80% si le sumamos los que tienen padres o abuelos de fuera. Con estos números en la mano, nadie puede afirmar honestamente que los catalanes son racistas. Porque no, y porque además cualquier posible movimiento racista estaría condenado al fracaso desde el primer minuto.

Lo repetimos: los catalanes son profundamente democráticos, pacíficos y antirracistas por tradición y convicción, y porque tampoco no tendrían otra opción.

Y retomando el título, confirmamos que los catalanes son realmente unos hijos de su madre. Y de su padre. Como todo el mundo.

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